domingo, 25 de marzo de 2012

La casa de Rasputín


Es el edificio marron con la cúpula. El segundo piso es el apartamento donde vivió Rasputin hasta su muerte. De aqui salió acompañado por el principe Felix Yusupov hacia su palacio, donde le asesinó (junto a otros conspiradores) el 29 de diciembre de 1916. Yusúpov acordó con los demás conspiradores que el 29 de diciembre de ese mismo año, Rasputín sería asesinado. Decidieron matarle en el palacio de Yusúpov, el palacio Moika en Petrogrado. Poco antes de su muerte, Rasputín escribió a la zarina diciendo que esperaba una muerte violenta, probablemente por parte de la nobleza. Y aseguraba que si él moría, los zares harían lo mismo en dos años. Esto, en parte, fue cierto, pues el zarismo cayó dos años después con la revolución bolchevique.
El hecho de que Rasputín esperase su muerte como un asesinato por parte de las personas más importantes del país hacía que fuese importante un buen argumento para que acudiese a palacio.
La princesa Irina era muy codiciada por Rasputín. Este no la conocía en persona, pero sabía de su belleza y de sus amplias riquezas. Esta princesa estaba casada con Yusúpov, el cual era conocedor de los sentimientos del místico hacia su mujer, por lo que ella sería un perfecto señuelo. Irina no estaba en el palacio Moika el día del asesinato (ni siquiera estaba en Rusia), pero Yusúpov haría creer a Rasputín que la princesa se hallaba con él en palacio.
Yusúpov invitó a Rasputín a una fiesta en su palacio para que conociese a Irina. Este aceptó sin pensarlo y tras recogerlo personalmente en su casa (edificio de la fotografia) fue al palacio, donde estaban los que serían sus asesinos.
Aunque hay diversas dudas y lagunas sobre la muerte de Rasputín una vez llegó a palacio, las fuentes dicen que todo sucedió de esta manera:
Yusúpov hizo un enorme banquete de pastas y vino en los sótanos del palacio. Pero todo ello tenía un veneno muy potente: cianuro. Estaba en dosis más que letales para matar a un hombre. Rasputín no paraba de preguntar por Irina al llegar al Palacio Moika, recibiendo por respuesta de parte de Yusúpov que estaba retocándose. El conspirador ofreció varias copas de vino (sin envenenar) al místico, para luego darle las pastas envenenadas. Rasputín experimentó una leve reacción, pero luego siguió comiendo tan tranquilamente.
Rasputín, en vez de encontrarse cada vez peor, cogió una guitarra y tocó y cantó temas del folclore ruso. Yusúpov tuvo que estar una hora haciendo lo mismo que él para disimular. Al final, el conspirador dijo que subía para "hablar con Irina". En realidad, fue a hablar con Purishkevich, que estaba en el piso de arriba. Yusúpov estaba completamente desesperado y pensó en abortar el plan. Empezó a creer que Rasputín era inmortal, como decían muchos mitos rusos. Pero Purishkevich le animó para que le disparase con su revólver por la espalda, sabiendo que no habría otra oportunidad.
Yusúpov baja al sótano con su revólver Browning y dispara varias veces a Rasputín mientras miraba un crucifijo de plata. Rasputín cae en teoría muerto. Piensan llevar el cadáver a su casa, para aparentar que el asesinato ocurrió allí. Yusúpov, que anteriormente se había ido del sótano, vuelve allí y examina el "cadáver". En ese momento, Rasputín agarra muy fuerte del hombro y maldice a Yusúpov, que llama gritando a Purishkevich. Este espera, con el arma cargada, a que Rasputín salga corriendo por la puerta del sótano para acribillarle a balazos. Pero el místico se escapa por otra puerta que da al patio y corre para salvar su vida por la nieve. Purishkevich se da cuenta y le dispara tres veces. Dos de ellos fallan, pero un tercero le da en el hombro, haciendo que se gire y, finalmente, caiga. Purishkevich le remata de un tiro en la cabeza.
Velan el supuesto cadáver hasta las cinco de la mañana. Convencidos de que ha muerto, deciden tirarle a un agujero del helado río Neva, situado al lado del palacio, desde el puente Petovsky. Cuando se encuentra el cadáver y se realiza la autopsia, se descubren las verdaderas causas de la muerte: Rasputín murió por ahogamiento en el Neva. Ni el veneno ni los letales disparos pudieron con él. 

                                                                  

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